miércoles, 12 de marzo de 2008

CRONICA DE ISABELA

De Pueblo Viejo de la Tuna
a
la Nueva Ciudad de Isabela


I-Datos Generales

Esta situado al noroeste de Puerto Rico. Mide 56 millas cuadradas, tiene 14 barrios y su población actual es de 48 mil habitantes. Fue fundado en el 1818 y aceptado oficialmente como Municipio en el 1819. Su patrón es San Antonio de Padua.

II- Origen

En la época precolombina estas tierras fueron pobladas por los tainos. En tiempo de la conquista española, el jefe de esta región era el cacique Mabodamaca. Cuenta la leyenda que en un colorido atardecer una bandada de guatibirís {pitirres} se mantenían alerta en el bosque. Juracan el dios de la fuerza del mal, se avecinaba con fuertes lluvias. Los coquíes anunciaron la llegada de la noche en el Yucayeque del Guajataca y todos los caciques de la región de Aymaco se reunieron para dar comienzo al Areyto. La muerte de Agüeybana II, su sobrino recordaba el evento con sentimiento de coraje y venganza.
Durante el Areyto el cacique Mabodamaca comenzó a danzar y a invocar a Lucuo, dios protector de Borinquen, y le pide que si muere en batalla su rostro siempre este cerca de su pueblo para protegerlo.
Los caciques decidieron sorprender a los españoles. Se proclamó la guerra y a los cánticos de guerra se le unieron coros de guatibirís, ruiseñores, cotorras, y coquíes anunciando la feroz batalla.
Cerca de 600 indios Taínos se enfrentaron a los españoles dirigidos por Mabodamaca quien con un feroz grito llama a la batalla al conocido soldado español Diego de Salazar. Ni el disparo de arcabuz (rifle) que recibiera el cacique lo detuvo para estimular con un grito de guerra a sus naborias (clase trabajadora). Fueron derrotados con un saldo de 150 indios muertos y otros tantos heridos.

III- Pueblo Viejo de la Tuna

En el 1725 se fundó en las inmediaciones al río Guajataca el poblado de San Antonio de la Tuna y construyeron la Ermita de la Tuna cuyas ruinas aún conservamos. El poblado comprendió los actuales municipios de Camuy, Quebradillas e Isabela. Ya para el 1810 estos barrios se convirtieron en poblados. Actualmente las ruinas de la Ermita están bien preservadas y en ellas se han descubierto fósiles de indígenas, criollos y mulatos que nos dan una valiosa evidencia del origen del puertorriqueño.

IV- Traslado al Barrio de Isabela

En 1818 se fundó un nuevo poblado escogiéndose al barrio de Isabela por ser un punto estratégico geográfico y comercial. En 1819 quedó oficialmente fundado Isabela en honor a la Reina Isabel de España. Pronto se edificó una Iglesia y se compró los terrenos para una plaza pública.
Esta primera Plaza representó los sueños y aspiraciones de un pueblo que nacía. A este lugar espacioso y abierto cubierto de plantas y árboles se le dio el nombre de Plaza Pública y Civil.
Fueron muchos los eventos y acontecimientos que pasaron en Puerto Rico y en Isabela durante las siguientes décadas. Algunos de estos eventos fueron: la primera protesta de esclavos ocurrida en Isabela (1841), el Código Negro (1847), la redacción de los 10 mandamientos de los hombres libres (1867), el Grito de Lares (1868) y la abolición de la esclavitud (1873). Nuestros ciudadanos residentes isabelinos siempre estuvieron preocupados por la “cuestión social” que no era otra cosa que el prejuicio y discrimen racial contra los africanos. A los 54 años de haberse fundado nuestra Plaza Pública y Civil el Consejo Municipal la bautizó con el nombre de Plaza de la Concordia un 13 de abril de 1873.
Con este nombre nuestro Gobierno Municipal quiso dejarle saber a nuestros esclavos y libertos que con la abolición de la esclavitud ocurrida el 22 de marzo de ese año, se había logrado un estado de paz y armonía en la sociedad civil puertorriqueña. Isabela fue el único pueblo de la isla que bautizó la Plaza Pública para simbolizar la magnitud de este evento. Nuevamente la Plaza, esta vez a través de su nombre representó los anhelos de una sociedad mas justa y equitativa para todos. La Plaza de la Concordia de Isabela mantuvo su nombre por los restantes 27 años y hasta finalizado el siglo XIX.
Con la llegada de un nuevo siglo y unos nuevos estilos de gobierno para Puerto Rico, producto de la guerra cubano-hispano-americana, nuestra isla paso a manos de los Estados Unidos. Para los isabelinos la llegada del sistema democrático estadounidense representó sus ansias de libertades y derechos que no habían tenido, pero que muchos de sus hijos le habían reclamado a España.
El Consejo Municipal decidió para verano de 1900 cambiar el nombre de la Plaza y re-bautizarla con el nombre de la Plaza Corchado en honor a Manuel Corchado y Juarbe, fiel defensor de los derechos puertorriqueños, opositor tenaz de la pena de muerte y ferviente defensor de la abolición de la esclavitud. El ilustre isabelino fue un vivo ejemplo de lo que es la concordia. Una vez más la Plaza Pública a través de su nuevo nombre representó las aspiraciones de los isabelinos por tener las bondades y derechos de la democracia.
Con la llegada del nuevo milenio, nuestra Plaza se remodela para atemperarla a las necesidades de convivencia social y desarrollo económico logrando así su propósito de entrelazar las aspiraciones individuales y los sueños colectivos para una mejor calidad de vida para todos los isabelinos y residente de Isabela.

V- Pueblo de Isabela

Fue muy acertada la ubicación del pueblo de Isabela. Estos llanos costeros de noroeste le brindaron a sus residentes y vecinos la prosperidad económica que tanto anhelaban. Isabela contaba con terrenos fértiles que prontamente se convirtieron en haciendas y estancias donde se cultivaron diferentes frutos, como tabaco, caña, maíz, algodón, frijoles, yuca, plátano y batata. Hoy, de esa historia agrícola nos quedan agricultores que cultivan yuca, plátanos y granos. Los terrenos de la estación experimental continúan cultivándose como en el pasado, cuando fue una de las haciendas más prósperas en el siglo XIX. Isabela siempre se ha caracterizado por ser el mayor productor de Yuca en Puerto Rico y en el presente cuenta con la primera fábrica procesadora de Yuca en toda la Isla.
Su centro urbano ha jugado un papel trascendental para el comercio isabelino. En el siglo pasado representó el lugar por excelencia para la actividad económica. Contaba con una plaza del mercado y diferentes tiendas que invitaban a los residentes de los barrios a visitar el pueblo. Con el pasar de los años y la llegada de las mega-tiendas la actividad en el centro urbano disminuyó.
Hoy, al devolver la Plaza del Mercado al Centro Urbano, mejorar sus calles y aceras y remodelar y reforestar la plaza de recreo hacemos de éste uno mas atractivo para atraer al turista y visitante a nuestra bella ciudad de Isabela.

ORIGEN PLAZA PUBLICA

La Plaza es el lugar de encuentro por excelencia para los ciudadanos y residentes de nuestra Ciudad de Isabela. Este espacio público desde sus orígenes ha tenido el propósito de estrechar lazos de convivencia social permitiendo que la gente comparta e interactúe de diferentes maneras.

La Plaza Pública constituye el corazón del pueblo. La misma es un factor determinante en la vida social y económica del pueblo. Es a su alrededor que nacen y se agrupan los edificios comerciales y residenciales e instituciones públicas como la Casa Alcaldía e Iglesia, entre otros. Este proceso de desarrollo urbano dio paso a lo que hoy conocemos como Centro o Casco Urbano.

Un 26 de agosto de 1818 un grupo de residentes de San Antonio de la Tuna se traslado al Barrio de La Isabela y allí junto a los vecinos del lugar plantaron una cruz para la Iglesia. De esa forma se sentaron las bases para el nuevo pueblo de Isabela. Luego a través de fondos recolectados se compraron los terrenos para la Plaza Pública con un perímetro de 6,400 varas cuadradas. El terreno que se compró para el espacio público se dividió en cuatro rectángulos con un amplio pasillo en forma de cruz. Esta primera Plaza representó los sueños y aspiraciones de un pueblo que nacía. A este lugar espacioso y abierto cubierto de plantas y árboles se le dio el nombre de Plaza Pública y Civil. El 20 de mayo del 1819 se reconoció oficialmente el pueblo de Isabela y sus colindancias.

Fueron muchos los eventos y acontecimientos que pasaron en Puerto Rico y en Isabela durante las siguientes décadas. Algunos de estos eventos fueron: la primera protesta de esclavos ocurrida en Isabela (1841), el Código Negro (1847), la redacción de los 10 mandamientos de los hombres libres (1867), el Grito de Lares (1868) y la abolición de la esclavitud (1873). Nuestros ciudadanos residentes isabelinos siempre estuvieron preocupados por la “cuestión social” que no era otra cosa que el prejuicio y discrimen racial contra los africanos. A los 54 años de haberse fundado nuestra Plaza Pública y Civil el Consejo Municipal la bautizó con el nombre de Plaza de la Concordia un 13 de abril de 1873.

Con este nombre nuestro Gobierno Municipal quiso dejarle saber a nuestros esclavos y libertos que con la abolición de la esclavitud ocurrida el 22 de marzo de ese año, se había logrado un estado de paz y armonía en la sociedad civil puertorriqueña. Isabela fue el único pueblo de la isla que bautizó la Plaza Pública para simbolizar la magnitud de este evento. Nuevamente la Plaza, esta vez a través de su nombre representó los anhelos de una sociedad mas justa y equitativa para todos. La Plaza de la Concordia de Isabela mantuvo su nombre por los restantes 27 años y hasta finalizado el siglo XIX.

Con la llegada de un nuevo siglo y unos nuevos estilos de gobierno para Puerto Rico, producto de la guerra cubano-hispano-americana, nuestra isla paso a manos de los Estados Unidos. Para los isabelinos la llegada del sistema democrático estadounidense representó sus ansias de libertades y derechos que no habían tenido, pero que muchos de sus hijos le habían reclamado a España.

El Consejo Municipal decidió para verano de 1900 cambiar el nombre de la Plaza y re-bautizarla con el nombre de la Plaza Corchado en honor a Manuel Corchado y Juarbe, fiel defensor de los derechos puertorriqueños, opositor tenaz de la pena de muerte y ferviente defensor de la abolición de la esclavitud. El ilustre isabelino fue un vivo ejemplo de lo que es la concordia. Una vez más la Plaza Pública a través de su nuevo nombre representó las aspiraciones de los isabelinos por tener las bondades y derechos de la democracia.

Con la llegada del nuevo milenio, nuestra Plaza se remodela para atemperarla a las necesidades de convivencia social y desarrollo económico logrando así su propósito de entrelazar las aspiraciones individuales y los sueños colectivos para una mejor calidad de vida para todos los isabelinos y residente de Isabela.

¡Plaza Corchado!,
corazón que da vida la bella Ciudad Turística de Isabela.

ISABELA: LA CIUDAD DESEADA

En tres años, Isabela tendrá ciento noventa años de fundación y en una década adicional cumpliremos dos siglos de historia, de existencia colectiva. Isabela fue la aldea soñada y construida por los taínos, representaba las aspiraciones de nuestros primeros habitantes. Fue el poblado fundado por los colonos españoles y los esclavos sumisos y rebeldes. Isabela por tanto, se forjó en esta geografía bendita por una imagen concebida y construida por sus fundadores, por sus habitantes, por los visitantes y por aquellos que decidieron quedarse con nosotros. Vieron en Isabela el lugar donde podían construir sus vidas.
Así Isabela comenzó a perdurar en el tiempo. Los viajeros extranjeros que llegaron de Europa y América la pintaron, la narraron, la describieron por su geografía, por su gente, por su crecimiento y su futuro: Augusto Pleé, Iñigo Abbad, Pedro Tomás de Córdova, Andrés Pierre Ledrú y Fernando Miyares, entre otros. Esa imagen construida ha perdurado por que sus habitantes se sintieron identificados con ella, Isabela. Comenzaron a llamarse orgullosamente, isabelinos. Afirmaban sentirse felices aquí, hablaban con entusiasmo de su pueblo, de sus luchas y frustraciones, de sus logros y aspiraciones.
Fue así que nació una simbiosis cultural donde diferentes disciplinas del quehacer histórico definieron el desarrollo urbano, cultural y social de Isabela. El pescador, el agricultor, el tabacalero, el trabajador del ingenio, el maestro, el cura, el artesano, el tallador, el médico y el campesino. Todos ellos visibles en la personalidad colectiva del isabelino; luchador, laborioso, perseverante, solidario, alegre, soñador, amable y tenaz.
Isabela surgió de su gente; vibrante y lleno de oportunidades en una época de crisis, de escasez y de luchas.
Esa simbiosis cultural dio paso a una identidad colectiva que se expresó a través de las artes, la poesía, la música, la pintura, la política y la arquitectura. Entre ellos podemos mencionar a: Manuel Corchado, Juan Ramírez de Arrellano, Froilan Santana, Manuel Corchado y Juarbe, Antonio Géigel Paredes, Noel Estrada, Santiago Polanco Abreu.
Isabela desde su fundación despertó emociones: las razones para su traslado de San Antonio de la Tuna, el nombre de la Plaza “La Concordia”, cuyo propósito era evidenciar que se había resuelto el “problema social” de la esclavitud. La primera protesta de esclavos, cuando en el Puerto Rico de esa época, existía el “Código Negro”. La predica de Manuel Corchado a favor de la abolición, el comercio ilegal por el puerto del Pastillo y Villa Pesquera como alternativa ante la escasez comercial con España. Las décimas, las bombas que cantaba la gente, coplas que reflejan el alma de nuestra gente dando a conocer como el isabelino de esa época se percibe a sí mismo.
Isabela, fue soñada por sus fundadores, sus habitantes y sus próceres para ser ciudad. Nuestros antepasados nos dicen como Platón le hace decir a Sócrates: “Igualate a la ciudad en que habites”.
Isabela es el resultado de la conciencia de sus antecesores, del deseo y de la visión de ellos y que hoy hemos retomado para continuar realizando el Isabela deseado; La Nueva Urbe de Porta del Sol. Porque Isabela es ciudad por su gente, su historia, sus tradiciones, sus costumbres, sus sueños. Cada residente se siente orgulloso de estar aquí y entrelaza sus esperanzas con las nuestros y desea ser cada vez más isabelino.
“Tú eres Isabela, disfrútala, consérvala, ámala como lo hicieron nuestros antecesores”.

EL LAGO GUAJATACA





Un turista inglés, visitó nuestra ciudad y comentaba la belleza natural que tiene Isabela. Se había quedado en Jobos y frecuentaba la playa con su familia. Deseaba conocer más de Isabela, visitó las Ruinas de San Antonio de la Tuna, la Plaza Manuel Corchado y Juarbe, el Centro Empresarial de la Villa Pesquera, el Túnel del Guajataca, hasta disfrutó de una actividad de Caballo de Paso Fino que se celebró en el Coliseo José “Buga” Abreu. Durante su estadía en Isabela quiso conocer todo lo que pudo del lugar que estaba visitando.
Alguien le hablo que nuestra ciudad tenía un bosque donde podía pasar el día con su familia. Al día siguiente todos se fueron para el Bosque de Guajataca y pasaron un día tranquilo y sosegado. Al regresar no cruzó La Forestal (nombre con que se conoce el Bosque Guajataca). Al desviarse por la Carretera 119 llegó hasta el Sector El Canal del Poblado de Planas.
Maravillado con el paisaje, estacionó su vehículo. Quedó asombrado con la vista del Lago. La cuenca del Guajataca tiene un área de 24.6 millas cuadradas, equivalente a 16,203 cuerdas. Caminó hasta donde está el puente de la represa. Pudo leer que tiene 37 metros de altura y 372 metros de largo en su superficie. Son seis embalses principales que tiene Puerto Rico y el del Guajataca fue el primero en construirse en 1929 con una capacidad de 40.2 hectómetros cúbicos convirtiéndose en el de mayor capacidad en la Isla.
El Lago en su inmensa quietud reflejaba las nubes que alegremente jugaban en el cielo. Emocionados ante la experiencia visual que tiene frente a ellos, sus ojos corrieron sobre la superficie de las aguas del Lago perdiéndose entre las lomas del Jaicoa, en la jurisdicción de Pepino (San Sebastián).
La familia inglés comentó: “quedémonos aquí, alquilemos un bote, acampemos; ¡que belleza!, ¡un paraíso!, ¡un lugar inolvidable! Escuchó el Lago lo que decían y comenzó a cambiar de colores por los elogios. El cielo para proteger al Lago se torno de rojo, anaranjado y amarillo, el sol sigilosamente se oculto.
En la actualidad el Lago es usado para paseo en botes y pesca. Cuenta con un campamento de Niños Escuchas y varios Clubes. El Lago es administrado por la Autoridad de Energía Eléctrica y sus aguas son utilizadas para irrigación y consumo.
La familia inglés, regresa a su auto. La noche vino de golpe; las estrellas aparecen tímidamente en el cielo. La luna del trópico ilumina el camino de regreso al hotel. Una vez en su cuarto, ante el aparente silencio de la noche, el sonido de la brisa ligera tropieza con las hojas de las palmeras, los susurros de millones de insectos se burlan de la brisa, el cántico melodioso del coquí se escucha y un ruiseñor desvelado le compone versos al amor de su vida.
Cada lugar de Isabela, despierta tus sentidos. ¡Ven a disfrutarlo!

EL HACENDADO MALDITO

Bernat se acercaba sigiloso al puerto del pastillo. Las nubes ocultaban las estrellas. La Luna temerosa se asomaba de perfil. Todo era oscuridad. Las antorchas alumbraban los botes que llegaban a la orilla. Allí espera Plicio impaciente. Los esclavos aguardaban escondidos en el monte para el trueque. Una gota de agua se desliza por las ramas del almendro. Un aguacero torrencial comenzó, las gotas apresuradas descendían tropezando hasta llegar a una pequeña quebrada que a todo galope los llevaba al mar.
Bernat saludo a Plicio y le entregó el Mensaje de Guillo Lafayette, aventurero alemán, que venía de Suramérica. Tenía buenos contactos en la isla con hacendados criollos. Plicio había llegado a la isla con la Cédula de Gracias en 1815 y había comprado tierras en el Barrio Guayabo del nuevo poblado de Isabela. Trabajador y ambicioso tenía un par de docenas de ganado. Confiaba que sus tierras le ayudaran a prosperar. En los últimos meses había cambiado su personalidad. De día estaba irritado y nervioso. Paquita su esposa, pasaba las horas cantando y rezando el rosario que había traído de las Islas Canarias. No comprendía porque su esposo estaba tan diferente. En muchas ocasiones se escuchaba decir a Paquita, que lo que le sucedía a Plicio era culpa de los malditos maboyas.
Todas las noches prendía velas a la Virgen de las Mercedes en su altar rústico que tenía en la sala de su hogar. Plicio se montaba en su caballo y cabalgaba hacia el acantilado. Allí esperando estaba Obdulio su capataz, junto a los esclavos con la mercancía para vender.
En el pueblo; Doña Goya contaba la Leyenda del Hacendado Maldito y como su pacto con los maboyas habían afectado su vida. Tite, un muchacho bien jaiba y avispao al escuchar a Doña Goya le pidió que contara la Leyenda. Así Goya mirándole a los ojos le contó.
Plicio llegó de las Islas Canarias junto a su esposa Francisca, compraron los terrenos de la familia Arellanos. Le gustaba la ganadería y vio que los terrenos tenían buenos pastos. A los pocos años su ganado comenzó a morir. Plicio estaba desesperado, una noche se montó en su caballo y llegó hasta el acantilado que daba hacia la Playa del Pastillo. El fuego que salía de la tierra rodeo a Plicio. Tres sombras grotescas y fantasmagóricas se representaron ante él. Plicio juró lealtad y entrega de su vida por salvar su hacienda. Esa noche la tierra tembló: un fuerte zumbido se escucho en el mar.
Al otro día a la orilla de la Playa encontraron decenas de peces muertos. En la finca de Plicio fluía un manantial donde su ganado pastaba. Todas las noches se ven luces como llamas que se deslizan por el acantilado. Sombras grotescas desfilan hacia el mar y caen por el precipicio
al infierno. Llamaradas salpicando luciérnagas que agonizan por el fuego que se ve a lo lejo. Todo el que se acerque a la Hacienda pasada la medianoche se quemara y desaparecerá en la oscuridad. Cadenas que suenan como si fueran arrastrados torturan tus oídos hasta dejarte sordo. Todos los que han atrevido enfrentar a los maboyas no han regresado jamás.
Tite quedo perplejo por lo que había contado Doña Goya.
El comercio en Isabela prosperaba, refugiados franceses llegaban a nuestro poblado, pasajeros de las flotas españolas se quedaban entre nosotros. Productos como tabaco, algodón, maíz y yuca se vendían a gran escala. La capital seguía siendo un baluarte estratégico y militar. La costa norte fue dando paso a nuevos pueblos que utilizaron el libre comercio con países extranjeros para hacer crecer la economía local.
Esa tarde arribo una carta para Don Plicio. Bernat se había refugiado en San Tomás y al General Guillermo Lafayete fue arrestado en Curazao por los holandeses, por atentar un golpe al régimen español. Fueron apresados sobre 500 hombres, 6,000 fusiles confiscados y varios barcos.
Don Plicio a los pocos días enfermó, pasaba las horas en el sótano de su casa. Hermosa residencia construida de cal y canto cubierta de tejas con el techo en azotea. Las paredes hechas en tablas bien ajustadas y clavadas. La entrada y el balcón eran en piedra y ladrillos. Nunca más se sentó allí, pasó sus últimos días resguardado en el sótano. Las llamas de las antorchas se apagaron y los maboyas se escaparon por el acantilado.
Doña Goya siguió contando la Leyenda del Hacendado Maldito.

EL BOSQUE GUAJATACA




Se levanta el Sol en el horizonte, la bruma espesa se dispersa huyéndole a los primeros rayos luminosos que salen chispeantes del cielo. Zumbaba el viento, los helechos arborescentes chorreaban las gotas de rocíos que habían capturado por la noche.
La fauna con su algarabía, alegra el amanecer. El Coquí descansa luego de cantarle sus más bellas melodías a la noche que se esconde. El pájaro carpintero, con gran esmero trabaja, picoteando el Roble. El Flamboyán deja caer sus flores rojas para alfombrar el sendero. El Falcón, muy alto sobre la tupida vegetación del bosque, inicia su vigilancia. El Zumbador, nervioso y escurridizo, se suspende con sus alas para sacarle a la flor de la pomarrosa su dulce néctar.
Así comienza el día en el Bosque Guajataca. Dos mil trescientos cincuenta y siete (2,357) cuerdas de terrenos entre los barrios de Llanadas, Galateo Alto y Planas. El bosque tiene una altura promedio de mil pies sobre el nivel del mar. El punto más alto es el Cerro de la Bandera. La temperatura es bien agradable. El Bosque es patrimonio nacional administrado por el Departamento de Recursos Naturales. Una estrecha carretera atraviesa el bosque conectándonos con el Poblado de Planas. El Bosque Guajataca es un ecosistema natural de inmenso valor biológico. Está clasificado como bosque húmedo subtropical. La precipitación pluvial promedio anual es de setenta y cinco (75) pulgadas. El suelo lo comprenden piedras calizas debido a la topografía cársica tropical, colinas subcónicas, mogotes y sumideros. En el existen dos tipos de vegetación: una perteneciente al área de los mogotes (76%) y la otra a los sumideros (24%). Tiene un total de ciento ochenta y seis (186) especies de árboles de los cuales ciento cincuenta y seis especies (156) son nativos, siete (7) son introducidos y veintitrés (23) son endémicos. De las ochenta y cinco (85) familias que se encuentran en la isla de Puerto Rico cincuenta y uno (51) están representadas en este bosque.
Las sistemas de veredas del bosque fueron construidos entre 1930 y el 1940 y se entrelazan entre sí, lo que representa el atractivo principal de este entorno campestre.
Durante el recorrido por las veredas, observarán los troncos lisos y esbeltos de los árboles de caoba, tecas, úcares, magas, cupeyes, palmas de sierra y algarrobos, provocando en ti sed de aventuras. Según te vas adentrando en las veredas del bosque, la madre naturaleza te lleva a lo más profundo de ti. El paisaje nos cautiva llevando nuestros sentidos a descubrir lo bello que es la vida y así satisfacer la sed de aventuras que nuestro ser anhela. El trayecto tiene una distancia de tres punto dos kilómetros, aproximadamente una hora y media.
Al llegar a la Cueva del Viento, el misterio te estremece al escuchar el susurrar de la brisa en tus oídos, diciéndote Guaraná (palabra taína que significa lugar para esconderse). El sudor corre por tu frente, el Guabá se esconde entre las hojas huyéndole a la Boa casi extinta que tímidamente se escurre entre la hierba. El Murciélago, mamífero común en el bosque, abre sus ojos a la expectativa de quien llega. La travesía no puede terminar sin llevar hasta la Torre de Observación, desde allí se puede apreciar el hermoso panorama de los mogotes. En el bosque habitan cuarenta y cinco especies de aves, veintiséis son residentes, once migratorias y ocho endémicas de Puerto Rico.
Cae la tarde, el sol se esconde tras el horizonte, las primeras estrellas aparecen en el firmamento. Las aves vuelan desesperadamente hacia sus nidos. El Falcón termina su vigilancia, dejándole el turno al Guaraguao que desde el cucurucho de la Ceiba, tiene su puesto de observación. La bandada de Pitirres Guatibirís esperan escondidos la señal de la Cotorra para el ataque…el bosque duerme bajo el abrigo penumbroso de la Luna y la melodía del coquí rompió el silencio.

¡Ven!
Disfruta un día con tu familia, entra en contacto con un entorno natural incomparable.

Manolito y El Ataque de Drake

Manolito Corchado, niño escurridizo que se esconde en los inmensos espacios de la edificación militar de San Felipe del Morro. Escondido en la garita al Mar, vio cuando el Admirante Tello de Guzmán se reúne con el Gobernador, Pedro Suárez para informarle sobre la posible embestida del Dragón de los Mares. Escucha que vendrá a destruir con sus inmensas garras toda la bahía. Manolito quedó atemorizado ante el ataque del Dragón, escucho que su aliento era de fuego y que se inmensa cola era como 25 buques de largo. Pobre niño, corrió hasta el pueblo para contar tan terrible noticia, el pánico cundió entre los civiles. El niño con sus ojos azabache miraba el cielo asustado.
El 22 de noviembre de 1595, la flota inglesa hizo su aparición frente a Boquerón. El fuego de los 70 cañones del Morro no se hizo esperar. La buena puntería casi le cuesta la vida a Sir Francis Drake. Esa noche se escondió detrás de la Isla de Cabra. Al día siguiente continuaron los ataques, pero los hijos de nuestra patria, reclutados en el ejército defienden con valentía y orgullo su adorado terruño.
Manolito y sus padres se escondieron en los montes huyéndole al ataque. En un lienzo dibujaba como el Dragón, un inmenso monstruo con alas parecidas a las de un murciélago, atacaba ferozmente el Morro. Con sus largas garras capturaba los soldados españoles y con una cola cortante y armada de púas destruía los cañones y torres del Morro… Y pensar que Manolito solo se imaginaba lo que ocurría.
Durante la noche 30 lanchas penetraron la bahía; cerca de 1,500 hombres destruyeron las cinco (5) fragatas españolas. Los españoles con la claridad que provocó el fuego de las fragatas atacaron con certeza las lanchas, hundiendo a nueve (9) de ellos y ocasionando más de 400 bajas. Los ingleses se retiraron a sus buques. Drake estaba furioso por lo ocurrido.
Por tres (3) días continuaron los ataques, siete lanchas se acercaron a la costa, más no desembarcaron. Muchas antorchas se movían en el Morro, pensó Drake que llegaron refuerzos desde el interior de la isla.
Se alejó dejando tras de sí varios buques hundidos, otros a la deriva y cerca de un millar de muertos. Bordeó la Costa Norte, navegó el litoral hacia Occidente. Algunas embarcaciones estaban en malas condiciones. Una de ellas no logró doblar hacia el Sur y se hundió descendiendo hasta el fondo del mar. A quienes dicen que fue la fragata El Desafío donde Drake navegaba, barriles llenos de doblones y florines, así como cañones, lombardos y mosquetes quedaron como tesoro de las profundidades marinas.
Un 26 de noviembre, los españoles, criollos, mulatos y demás ciudadanos regresaron a la ciudad de San Juan.
Manolito guardaba con recelo el lienzo pintado. Corrió por el Morro buscando algún rastro del Dragón. Asombrado miraba las paredes y murallas ennegrecidas por la pólvora y el impacto de las balas de cañón. Solo pensaba que no pudo ver como el Dragón que surcaba los mares cayó muerto hundiéndose en el mar.
Manuel Corchado, ya crecido, recuerda con nostalgia esta agresión extranjera y comprende que su imaginación de niño lo hizo pensar en que su isla fue atacada por un Dragón.
Lo cierto es que en el litoral de Isabela existen unas ruinas subacuáticas donde se encontraron los restos de una de las naves del famoso Corsario Sir Francis Drake. Así que si le gusta el buceo vengan a descubrir las maravillas que guarda la Costa de Isabela y sus incontables tesoros que han ido a caer en el durante los siglos.

martes, 4 de marzo de 2008

EL POZO BRUJO


! Llegó el sábado!

Ese día, los tres hermanos al levantarse, organizaron sus mochilas para escaparse hasta la Poza Clara, que quedaba algunos metros cerca del acantilado.

Caminaron hasta el impinado acantilado, que ya conocían, bajaron por entre las raíces y piedras hasta llegar a la playa. Berto, el mayor de los hermanos siempre estaba pendiente de Luisito y Gaby. Luisito el mas traviezo de los tres, se alejo de ellos para ir a un pequeño estanque natural, escondido entre unos arbustos y rocas. Ese depósito de agua quedaba como a cien metros tierra adentro, de la orilla de la playa. El diminuto embalse estaba rodeado de vegetación, con arboles frondosos y variados arbustos, dándole sombra y verdor al pozo. Lo curioso es que el agua ennegrecida, por no recibir los rayos del sol, es agua dulce. Ese paraje tiene para muchos residentes y vecinos del lugar, cierta atmosfera de misterios, inaccesible a la razón, abriendo tus sentidos a lo desconocido.

Gaby, el más pequeño de los tres hermanos se percata que Luisito se alejó de ellos y avisó a Berto para buscarlo. Una vez los dos hermanos alcanzan a Luisito ,se encuentran con otros jóvenes en el lugar que se están tirando al pozo desde una piedra. La competencia que tenían era cuan profundo podían nadar para tocar el fondo del pozo. Berto que tenía gran habilidad para nadar y podía retener su respiración hasta por dos minutos, se motivo, y aceptó el reto de tirarse al pozo para llegar hasta el fondo. Así lo hizo por tres ocasiones, pero no pudo llegar. Comentaba que según iba profundizando el agua se tornaba mas fría, salada y con poca visibilidad y que al comenzar a subir se dejaba llevar por la claridad y el agua se iba calentando. Ya al llegar arriba el sabor del agua era dulce. Berto lo comenta con los demás muchachos y ellos le dicen que esa charca le llaman Pozo Brujo, que nadie ha podido tocar el fondo y que tiene agua dulce y salada. Lo cierto es que estudios realizados demuestran que el pozo conecta con las profundidades del mar. El nivel del agua cambia constantemente, sube y baja como las olas del mar, a diferentes horas del día, no importa cuanto llueva o cuan claro este el día.

Luisito por aquello de hacerse el gracioso pregunta: ¿Cuál era el encantamiento que el brujo hizo al pozo?, y se rió burlonamente.

Moncho, un veterano pescador que había llegado al lugar, estaba atento a la conversación y le comento a los muchachos que no se burlaran del lugar por que el pozo tenía un misterio oculto que su abuela le contó cuando niño.

Mama Yaya, decía que en las profundidades del pozo hay espíritus que buscan salir del fondo del mar y construyeron un túnel hasta la superficie de la tierra. Son tainos que fueron arrastrados por los maboyas en noches tormentosas atrapandolos en lugares miticos, llenos de poderes sobrenaturales. Nuestra isla fue poblada gracias a que estos valerosos tainos buscaron escaparse, pero muchos fueron convertidos en piedras por el sol y otros en arboles logrando proteger la salida, pero Guabirón, el portero del inframundo llenó de agua salada y dulce el túnel, para que los espíritus tainos no volvieran a Boriken. Son muy pocos los que saben que ese túnel es el pasaje por donde se pobló nuestra tierra, según el mito de la creación de los Tainos.

Berto, Luisito y Gaby quedaron atonitos y perplejos ante el relato del pescador que les dijo que contaran a sus amigos y familiares sobre el pozo brujo de Isabela. Al cabo de un rato decidieron irse para la playa a disfrutar de las espumosas olas que acarician la arena de la playa de Poza Clara. Atrás quedo Pozo Brujo arropado de vegetación y rocas guardando en sus oscuras y quietas aguas un pasaje secreto desde el inframundo prehistórico hacia nuestra realidad inmediata.

¡Atrevete a la aventura!

PRIMERA PROTESTA DE ESCLAVOS

La mentalidad esclavista en el Puerto Rico del siglo XIX se fundamentó en la necesidad de mano de obra cautiva para una economía azucarera que requeria de obreros en abundancia. Ciertamente la excusa de la inferioridad del esclavo era un argumento apropiado para jerarquizar la sociedad insular y establecer distancia entre los blancos, negros y mulatos. Mas fue la necesidad, la pobreza, los ataques enemigos y el abandono de España que propiciaron paulatinamente la mezcla de raza.

Contrario a lo que dicen por ahí, los esclavos se rebelaron con frecuencia. Mantuvieron una continua resistencia al régimen explotador de trabajo que se les imponía. Su resistencia tomaba diversas formas: quema de los cañaverales, actos de violencia contra mayorales y mayordomos, fugas, conspiraciones, robos, rebeliones y renuencia al trabajo no remunerado.

Todas estas protestas y luchas ocurren en los años 1795 al 1873, cuando la caña toma auge en Puerto Rico. La situación empezó a empeorar cuando algunos hacendados de las regiones montañosas impulsaron el cultivo del café y el contrabando era la alternativa mejor para vender los productos insulares. Pero todo era a costa del trabajo que tenían que realizar los esclavos.
Alrededor de la isla aumentaban las rebeliones de esclavos y eran más los libertos en nuestra isla; fue así que los esclavos comenzaron a manifestar sus inquietudes. El gobierno ripostó con fiereza imponiendo leyes, reglas y códigos para evitar levantamiento. Era costumbre “corregir” con el foete. Los castigos de fuertes latigazos eran la orden del día. La población negra para el 1836 estaba cerca de los 42,100 y seguía aumentando.

Sucedió en Isabela en el 1841, que unos valientes esclavos dirigidos por Ñan, capataz de una de las mejores Haciendas del pueblo, dicidieron hacer una protesta frente a la Casa Alcaldía y reclamar unos supuestos derechos que según las leyes ellos tenían.
Era una noche calurosa en la Hacienda La Esperanza de Don Tomás Pamias. Sentado en el butacón de su Hacienda le grita con fuerza a su esclava Felipa.
“Negra traeme un palo de cañita, que este calor está insoportable”.
Ñan, el capataz, llegó desde las barracas, que eran los cuarteles de los esclavos, le dice a Don Tomás:

“Amo los esclavos están cansados de trabajar los domingos, quieren descansar”.
Don Tomás Pamias le contesta con dureza:
“Callate y vete a dormir antes que te cojas un foetazo mío”.
Ñan se retiro entristecido por la respuesta de su amo. Fue hasta las barracas de los esclavos y les dijo:
“el amo quiere que trabajemos domingo”.
Cayayo, haciéndose portavoz de los demás le dijo:
“tenemos derecho a quejarnos, los bocoyes de ron que llevamos al puerto del Pastillo son muchos y pesados, necesitamos descansar”.
Ñan Hablando con los treinta y seis esclavos les dio las siguientes instrucciones:
“esperen mi señal mañana, caminaremos hasta la Casa Alcaldía en silencio y en orden, hablaremos con Don Juan Ramón Ramírez de Arrellano”.
Ese día Cayayo y otros dos esclavos rompieron las mallas del cercado que rodeaba la Hacienda, los demás esclavos corrieron detrás de Cayayo para encontrarse con Ñan en el Camino Real que los llevaría hasta el pueblo de Isabela. Cada uno llevaba consigo sus instrumentos de labranza, las mujeres cargaban en el hombro las ditas de comida. Al cabo de media hora, los esclavos se cruzaron con un Capitán militar que sorprendido les preguntó:
¿Para dónde van ustedes?
Ñan: Contestó: “Vamos al pueblo a quejarnos ante el Alcalde”.
El Capitán riposta: “Regresen a su Hacienda inmediatamente, ustedes no pueden hacer eso”.
Mas el puñado de esclavos continuo caminando en silencio.
Al completarse ya una hora de camino llegaron hasta el Ayuntamiento. La gente en la calle se preguntaba que hacían esos esclavos frente a la entrada de la Casa Alcaldía. El Padre Avelino Román, cura de la Parroquia San Antonio de Padua corre hasta ellos. Preocupado le pregunta.
“¿Qué hacen aquí?, Deben saber que corren un gran riesgo al llegar hasta aquí.
Ñan, que era el mejor que sabía expresarse le dijo lo que pasaba al Padre Avelino. El Padre Avelino llamó al Alcalde y el que salió fue el secretario del Ayuntamiento.
“Usted sabe, señor secretario, que existe un Reglamento de Esclavos, sabe muy bien que los esclavos tienen derecho a descansar los domingos. Ese es el día sagrado para dedicarselo a Dios, sepa usted que el Señor Pamias no lleva a sus esclavos a Misa y muchos de ellos todavía no estan bautizados. Me informan ellos que pasan hambre y su comida es pésima y en el Reglamento ellos tienen derecho a comer bien, a ser vestidos y tener un techo donde vivir. Usted tiene que hacer algo al respecto”.
Fue cuando Don Tomás Pamias llegó acompañado del Capitán militar, estaba molesto y alterado. Comenzó a gritarle barbaridades a sus esclavos, obligó a Ñan a que los amarrara y que regresaran a su Hacienda. Al llegar a la Hacienda colocó a Ñan, que era su capataz, en un cepo. Entre varios esclavos lo llevaron frente a los cuarteles de los esclavos. Don Tomás comenzó a gritarle a sus esclavos:
“salgan a ver como disciplino aquellos que no obedecen mis instrucciones”.
La negrada tuvo que soportar como frente a ellos Don Tomás azotaba a Ñan. Él apretó sus labios para aguantar el dolor de los latigazos, sus ojos se aguaron, sus lágrimas corrian por sus mejillas y sus anchas espaldas sangraban copiosamente por los cincuenta latigazos recibidos.
Al día siguiente; Ñan vio como los esclavos de tala fueron amarrados alrededor del trapiche y azotados inmisericordemente. Las mujeres tuvieron la misma suerte, lo único que fueron acostadas en el piso para ser azotadas.

Poco tiempo después el Padre Avelino fue transferido a España para que no metiera sus manos en asuntos que no eran de su incunvencia.
Se dice que estos hechos ocurrieron un 4 de enero de 1841 en la Hacienda La Esperanza en Isabela.