viernes, 22 de febrero de 2008

La Cara del Indio

La sociedad taína era fiel a sus dioses. Hacian grandes ceremonias en honor a ellos. Parte de los Areytos estaban dirigidos por los Bohiques quienes invocaban las fuerzas divinas danzando y recitando colectivamente las plegarias. Al son de tambores, guiros, maracas y flautas, hombres y mujeres cantaban con gran devoción.

Agüeybana I, cacique principal de Boriquen sabia de la noticia que hombres extraños habían llegado a La Española. Como jefe supremo reunió a todos los caciques de Borikén y le dijo que unas fuerzas malignas llegarían desde el horizonte. Que era necesario invocar las fuerzas protectoras de los dioses supremos para que se hicieran presentes en todo el relieve, montañas y acantilados de nuestra isla.

Los ruegos de los taínos fueron hechos en todas las aldeas (Yucayeques). El primero de esos grandes areytos se hizo en Vieques para que Lucuo tomará forma y control de nuestra isla Borikén. Danzaron por tres días y tres noches y ya casi exhausto Yuisa gritó con alegría que la isla de Borikén tenía forma de un inmenso CEMI y que ese era Lucuo dándonos protección.

El próximo areyto se realizó en lo alto del Yunque pidiéndole a Yocahú su fuerza y sabiduría. También danzaron por tres días y tres noche. Caguax miró el amanecer y vio entre el relieve de montañas que corren cercanos al Yunque la silueta de Yocahú, quien los protegería de ese mal que se avecinaba y todos lloraron de emoción.

El tercer areyto buscaba alejar a esos malignos Maboyas enviados por Juracán para destruir sus vidas. Esta vez se hizo en la playa de los dominios de Mabodamaca en el Guajataca, tres días y tres noches danzaron y cantaron en honor a Yukiyú, dios del Bien. Suplicaban que su rostro se quedara grabado en el acantilado para aullentar a esos terribles Maboyas que podían llegar por sorpresa. Esa última noche el viento azotaba con fuerza y los Caciques y Bohiques estaban inquietos. Al costado del acantilado había una cueva y allí danzaron hasta caer rendidos de cansancio. Mabodamaca al sentir el calor de los primeros rayos del sol sale de la cueva y camina hasta el delta del río, más un fuerte escalofrio corrió por su espalda y miró rapidamente hacia atrás. Con asombro vio como el perfil de la cara del indio taíno se había trazado en las piedras del acantilado.

Corrió y despertó a los demás caciques y bohiques. Los ruegos, danzas y cánticos se habían escuchado.

La protección de los dioses se había logrado. Aquellos hombres extraños no podián contra las fuerzas protectoras de los dioses taínos. Solo quedaba aguardar con fe.

domingo, 17 de febrero de 2008

LA LEYENDA DEL COQUI

Cierto día después que el Ké (la tierra) y el Bagua (el mar) fueron divididos por Yocahú (dios supremo de todo lo creado) los animales grandes y pequeños habitaron la superficie terrestre.


Yukiyú (dios del bien) había preparado una Cáiku (isla) muy parecida al Edén, llevó allí algunos animales escogidos por él. Entre la flora, la brisa y las estrellas todos los animales se durmieron. Yukiyú decidio darle a la noche un sonido melodioso. Quería una nana permanente y natural que nos sirviera de arrullo y compañía. Escogio de entre las ranas, una de ellas, la más pequeña, temerosa y resbaladiza, con grandes ojos azabache que se escondía entre las hojas de plátano. Tomándola en sus manos le susurro diciéndole: “ve descubre tu isla, conocela, disfrutala y amala. Se el vigilante de los sueños nocturnos, profeta de mi Edén Trópical”.



Al día siguiente, un radiante Agüeybana (sol grande) salió imponente desbordando toda su luz por la serranía. Fueron saliendo del bosque las xaxabís (cotorras), los jubos (culebras), los mucarús (buhos), las iguanas, los guatibiris, los guabas (arañas), los guaraguos (aves), los jueyes, las jutias (conejos), los tanamás (mariposas) los biajaní (palomas) y los Cokies. Así fue que Yukiyú nos dotó de una fauna muy particular y propia.



Hoy sabemos que cada región geográfica tiene en su territorio alguna especie particular. Africa tiene sus imponentes elefantes. India sus impresionantes rinocerontes. Antártica sus orgullosos pinguinos. Asía sus ingeniosos topos excavadores. Norteamérica sus desafiantes y veloces águilas. Australia sus cariñosos y atractivos koalas. Europa sus agresivos y acechantes gatos monteses. Cada uno de ellos busca imponerse y dominar su ambiente. Su amor propio no le permite más que rugir, gritar o emitir algún sonido desafiante. Sus días son de lucha y de supervivencia.



Sin embargo nuestra patria tiene al Cokí puertorriqueño. Nativo de nuestra isla. Nocturno soñador melodioso que noche tras noche le canta a su patria, décimas unísonas que otros cokies al escucharlo cantan a coro.



Diminuta y tímida rana que siempre tiene razones para enaltecer a su patria. La dulce magia de su música resaltan la belleza de las noches borincanas. En los momentos en que cae la tarde los cokies relatan los encantos que tiene nuestra isla con cada cántico. Aquellos cokies cerca de la playa cantan como el sol se esconde en el horizonte debajo del mar y sostienen que hay un orden en el universo, otros mirando el cielo; escondidos sobre las hojas verdes cantan sobre la belleza de las estrellas en el firmamento, el resplandecer de la Luna sobre el agua y el correr fugaz de las nubes, dándole armonía a su adorado Edén isleño. Los que están en el bosque cuentan en forma de cánticos las leyendas de los árboles y flores y como estos crean un balance y estabilidad ecológica permitiéndo el ciclo de vida. Los cokies mas bebe se adentran en los jardines de las casas buscando recitarle a los niños como Yocahú convirtió el sereno en gotas cristalinas de roció mañanero, quieren asi enseñarles la grandeza de las pequeñas cosas. Claro que hay personas que ponen esto en duda, pero los cokies que conocen nuestros pensamientos cantan mas alto ante la duda de los incredulos.



Cuan grande es el compromiso del Coki con su terruño, aquellos que por la fuerza los han llevado fuera de aquí han emmudecido, su cántico melodioso desaparece, sus ojos se entristecen y sus fuerzas lo abandonan. La nostalgia los abate, por que han perdido su inspiración, su todo, su paraíso y su sueño.



Que hermoso es saber que nuestras noches borincanas tienen una diminuta rana que con su cántico lleva nuestra imaginación a la felicidad y al sosiego. Que desde su corazón sale un tributo de amor por Borinquen. Cada niño que escucha un coki es una buena noticia, cada coki que nace es una buena noticia, cada coki que versa y otros le hacen coro es una buena noticia porque llenan el campo de sonidos agradables transformándose en profetas de paz para nuestra tierra y en ejemplos de entrega para nuestros niños.

Pidamos al Dios de todo lo creado, que sean muchos los cokies que bajen de la serranía del Yunque y la Cordillera para enseñarnos a amar nuestro terruño.

sábado, 16 de febrero de 2008

MABODAMACA Y LA BATALLA DEL GUAJATACA

Caia el atardecer, el cielo se tornaba rojizo con algunos mátices amarillos, una vandada de pitirres Guatibiris se mantenían alerta en el bosque. Esto representaba que se avecinaban lluvias fuertes. Juracán, dios de las fuerzas del mal, se acercaba sigiloso, el día anterior la tierra había temblado.

La noche llegó acompañada del canto de los coquíes. Había un gran revuelo en el Yucayeque del Guajataca. El Areyto estaba próximo a comenzar. Todos los Caciques de la region de Aymaco habían sido convocados. La muerte de Agueybana que había sido guaitiao de los españoles tenía enfurecidos a los taínos. Agueybana II, su sobrino, tenía muy presente las humillaciones a que fue sometido. El sentimiento de coraje y el deseo de sublevarse en contra del invasor era general, así lo comentaban los caciques presentes para el Areyto: Guarionex, Urayoán, Aymamón y Mabodamaca.

Durante la ceremonia Urayoán relató como logró dar muerte a Diego Salcedo. Se levantó Mabodamaca, hombre alto de gran fortaleza, comenzó a danzar y a invocar a Lucuo, dios protectos de Borikén. Le promete entregar su alma por la libertad de los taínos, más le pide que si muere en la batalla, su rostro siempre este cerca de su pueblo.

Los caciques decidieron preparar varias guasábaras para tomar por sorpresa a los españoles. Concertado el levantamiento, se proclamó la guerra, todos los presentes corearón a gritos la valiente decision. Los gritos de la danza ceremonial se escucharon en toda la serranía. Los cánticos de Guerra de la vandada de guatibiris, se unieron a los coros de ruiseñores, cotorras y coquíes augurando una feroz batalla.

Finalizado el Areyto, invocados los dioses y confiados en el éxito de sus planes se retiraron a sus aldeas.

Esa noche, en la madrugada, Mabodamaca caminó por las orillas del río hasta llegar a la playa, allí sentado sobre las piedras del acantilado recitó su última plegaria a Yocahú, dios de todo lo creado.

En uno de los preciosos valles que tiene nuestra region las fuerzas del Cacique Mabodamaca se enfrentaron a los españoles, llevaba consigo cerca de seiscientos indios. Le habían encomendado enfrentar al muy conocido Diego de Salazar. La superioridad de las armas y tácticas de combate desconocidas por los taínos compensaron la inferioridad en número de los españoles y les permitió dominar la rebelión. Mabodamaca, cacique ágil, fuerte y decidido fue a la cabeza del ejército de los taínos para dirigir el ataque. Envalentonado, pide a grandes voces que le manden a Salazar y este aceptó el reto. Defendió con fiereza y valentía su yucayeque. Ni ese disparo de arcabus que se encrustó en su ancha espalda lo detuvo para incitar con grito de guerra a sus naborias. Cayó de rodillas, se arrastró hasta unos arbustos, sólo tuvo el justo tiempo para recitar la última oración de su plegaria a Lucuo.

Hoy su rostro queda esculpido en piedras para que las futuras generaciones conozcan a Mabodamaca y recuerden su gesta heroíca en favor de su yucayeque. De esta manera hacemos realidad su deseo expresado en aquella oración, hecha al dios protector de Boriquén, de que su rostro este cerca de su pueblo.

Estos hechos históricos ocurieron para el año 1511 y se conocen como la Rebelión Indígena de 1511.