domingo, 17 de febrero de 2008

LA LEYENDA DEL COQUI

Cierto día después que el Ké (la tierra) y el Bagua (el mar) fueron divididos por Yocahú (dios supremo de todo lo creado) los animales grandes y pequeños habitaron la superficie terrestre.


Yukiyú (dios del bien) había preparado una Cáiku (isla) muy parecida al Edén, llevó allí algunos animales escogidos por él. Entre la flora, la brisa y las estrellas todos los animales se durmieron. Yukiyú decidio darle a la noche un sonido melodioso. Quería una nana permanente y natural que nos sirviera de arrullo y compañía. Escogio de entre las ranas, una de ellas, la más pequeña, temerosa y resbaladiza, con grandes ojos azabache que se escondía entre las hojas de plátano. Tomándola en sus manos le susurro diciéndole: “ve descubre tu isla, conocela, disfrutala y amala. Se el vigilante de los sueños nocturnos, profeta de mi Edén Trópical”.



Al día siguiente, un radiante Agüeybana (sol grande) salió imponente desbordando toda su luz por la serranía. Fueron saliendo del bosque las xaxabís (cotorras), los jubos (culebras), los mucarús (buhos), las iguanas, los guatibiris, los guabas (arañas), los guaraguos (aves), los jueyes, las jutias (conejos), los tanamás (mariposas) los biajaní (palomas) y los Cokies. Así fue que Yukiyú nos dotó de una fauna muy particular y propia.



Hoy sabemos que cada región geográfica tiene en su territorio alguna especie particular. Africa tiene sus imponentes elefantes. India sus impresionantes rinocerontes. Antártica sus orgullosos pinguinos. Asía sus ingeniosos topos excavadores. Norteamérica sus desafiantes y veloces águilas. Australia sus cariñosos y atractivos koalas. Europa sus agresivos y acechantes gatos monteses. Cada uno de ellos busca imponerse y dominar su ambiente. Su amor propio no le permite más que rugir, gritar o emitir algún sonido desafiante. Sus días son de lucha y de supervivencia.



Sin embargo nuestra patria tiene al Cokí puertorriqueño. Nativo de nuestra isla. Nocturno soñador melodioso que noche tras noche le canta a su patria, décimas unísonas que otros cokies al escucharlo cantan a coro.



Diminuta y tímida rana que siempre tiene razones para enaltecer a su patria. La dulce magia de su música resaltan la belleza de las noches borincanas. En los momentos en que cae la tarde los cokies relatan los encantos que tiene nuestra isla con cada cántico. Aquellos cokies cerca de la playa cantan como el sol se esconde en el horizonte debajo del mar y sostienen que hay un orden en el universo, otros mirando el cielo; escondidos sobre las hojas verdes cantan sobre la belleza de las estrellas en el firmamento, el resplandecer de la Luna sobre el agua y el correr fugaz de las nubes, dándole armonía a su adorado Edén isleño. Los que están en el bosque cuentan en forma de cánticos las leyendas de los árboles y flores y como estos crean un balance y estabilidad ecológica permitiéndo el ciclo de vida. Los cokies mas bebe se adentran en los jardines de las casas buscando recitarle a los niños como Yocahú convirtió el sereno en gotas cristalinas de roció mañanero, quieren asi enseñarles la grandeza de las pequeñas cosas. Claro que hay personas que ponen esto en duda, pero los cokies que conocen nuestros pensamientos cantan mas alto ante la duda de los incredulos.



Cuan grande es el compromiso del Coki con su terruño, aquellos que por la fuerza los han llevado fuera de aquí han emmudecido, su cántico melodioso desaparece, sus ojos se entristecen y sus fuerzas lo abandonan. La nostalgia los abate, por que han perdido su inspiración, su todo, su paraíso y su sueño.



Que hermoso es saber que nuestras noches borincanas tienen una diminuta rana que con su cántico lleva nuestra imaginación a la felicidad y al sosiego. Que desde su corazón sale un tributo de amor por Borinquen. Cada niño que escucha un coki es una buena noticia, cada coki que nace es una buena noticia, cada coki que versa y otros le hacen coro es una buena noticia porque llenan el campo de sonidos agradables transformándose en profetas de paz para nuestra tierra y en ejemplos de entrega para nuestros niños.

Pidamos al Dios de todo lo creado, que sean muchos los cokies que bajen de la serranía del Yunque y la Cordillera para enseñarnos a amar nuestro terruño.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me encantan sus escritos, tiene habilidad para la escritura, aunque algunos errores de acentuación, pero eso puede ser el corrector. Pero, vivo en el hermoso territorio del Yunque y vivo rodeada del maravilloso canto del coquí y los veo a diario, ¡JAMÁS he visto uno que sea verde! ¿Puede cambiar el dibujo para que sea más boricua y menos "Made in China"? Gracias.
Caridad Soto de Delano